CAT / CAST
El Sentido Común son aquellas cosas que todo el mundo sabe. Verdades como casas. Las ideas incuestionables que se explican solas.
Pero demasiado a menudo la realidad atenta contra el sentido común. Hay casas sin gente y gente sin casa. Las personas mayores se encuentran desamparadas ante la pandemia y la soledad. Las empresas multimillonarias pagan menos impuestos que los comercios de barrio. Se cierran fábricas y se pierden puestos de trabajo. Se trata a las personas negras como si sus vidas no importaran. Quemamos combustibles fósiles en un planeta que se calienta. El aire que respiramos nos pone enfermos. Los trabajadores y trabajadoras más esenciales son los más precarios de todos.
Sabemos que cuando la gente valiente se une para denunciar un mundo sin sentido, podemos avanzar en derechos y libertades. Ya va siendo hora de reivindicar el Sentido Común.
Si tú también quieres defenderlo, ¡firma!
Demasiado a menudo la cultura ha sido menospreciada y precarizada; cuando vienen mal dadas suele ser el primer ámbito en sufrir recortes. Pero es en los momentos difíciles cuando más la necesitamos. Para entender quiénes somos y dar sentido a lo que hacemos. Para imaginar otras formas de ser y de vivir. Debemos tener derecho a la cultura, porque solo así encontraremos el sentido a lo que hacemos y podremos marcar el camino para generaciones futuras. Defendamos la cultura. Es de Sentido Común.
Durante demasiado tiempo, los CAP, los hospitales y la salud pública han sido la diana de los recortes en recursos, servicios y personal. El desmantelamiento de una sanidad pública por parte de quienes quieren imponernos un modelo privatizador y excluyente. Pero la pandemia nos ha enseñado que solas no podemos. Somos interdependientes y nuestra salud, también. Defendamos un sistema de salud que pivote sobre las personas, no sobre los beneficios. Invertir en sanidad pública es cuidarnos.
Los coches ocupan la mayoría del espacio de nuestras calles. Generan ruido, contaminan, provocan accidentes, perjudican al comercio y la salud de las personas y del planeta. Sabemos que cuando en una calle no pasan coches, pasan muchas otras cosas. Hay espacio para jugar, charlar, comprar, pasear, para relacionarnos; espacio para la naturaleza y, en definitiva, para la vida. Recuperar el espacio de todos para todos es de sentido común.
Un legado colonial sin reparar. Vecinos y vecinas que sufren discriminación racista a la hora de buscar un piso o un trabajo. Demasiadas personas que, por no ser blancas, deben demostrar continuamente al mundo que sí, que ellas también son catalanas. Toca hacer justicia y garantizar que todo el mundo tenga igualdad de derechos y oportunidades. Porque la única normalidad es la diversidad.
Muchos de nuestros abuelos y abuelas están viviendo en una situación precaria, sin los cuidados que merecen, en soledad o en residencias privadas, reducidos a ser una fuente de ingresos de empresas privadas. Nuestra gente mayor es un pozo de experiencia y de memoria imprescindible para mejorar nuestro presente y nuestro futuro. No dejemos arrinconados a quien ha hecho posible nuestra vida. Cuidémoslos. Cuidémoslas.
En una ciudad con casas vacías, hay gente sin casa. En una ciudad donde la especulación expulsa a cientos de familias con violencia, les decimos que quien sobra son ellos, los especuladores, los grandes fondos de inversión. Todos aquellos que mercadean con un bien común y que se creen con el derecho a pasar por encima del proyecto de vida de miles de personas. Ante este modelo depredador y sin alma, reivindicamos el hogar como espacio para hacer vida. La vivienda es donde vivimos y por lo tanto debe ser un derecho.
Producimos cada vez menos de lo que consumimos y compramos ropa, tecnología y alimentos que vienen del otro lado del mundo. Productos que recorren miles de kilómetros hasta llegar a casa, mientras la tienda local de la esquina tiene que bajar la persiana. Cientos de talleres y fábricas que se llevan por delante miles de puestos de trabajo de calidad. Somos capaces de producir todo lo que necesitamos con los recursos y las trabajadoras que tenemos cerca, ya lo hemos demostrado antes. Pongámonos a ello, construyamos, fabriquemos y produjamos para que no le falte trabajo a nadie.
Nacer en un barrio rico, en un barrio pobre, en una familia acomodada o humilde no es lo mismo. Desgraciadamente, algunas personas lo tienen mucho más fácil que otras para hacer realidad sus proyectos de vida. Vivimos en un mundo lleno de desigualdades y la escuela pública es la trinchera de la igualdad. Es en la escuela donde los niños y niñas deben poder imaginar su futuro y hacerlo realidad, donde aprenden a valorar y respetar la diversidad. Defender la escuela pública es defender la oportunidad de crecer en igualdad y blindar la justicia social del mañana. Es de sentido común.
Una minoría ha acumulado el grueso de la riqueza del mundo a costa de las familias trabajadoras, que hace décadas que no ven ninguna mejora en su nivel de vida. Esta élite vive de rentas e inversiones, mientras la gran mayoría tiene enormes dificultades para llegar a fin de mes. Queremos que todos tengan los ingresos suficientes para cubrir, al menos, sus necesidades. Esto hace necesario poner fin a los paraísos fiscales y subir los impuestos a los ricos. Que pague más quien más tiene. Es de sentido común.
Hace más de 40 años que tenemos una monarquía heredera de un dictador que lo dejó todo atado y bien atado para perpetuar el poder del régimen. Al rey no lo ha escogido nadie y la figura del Borbón usó su cargo para embolsarse millones de euros con total impunidad. Queremos una democracia real, una república donde todos seamos iguales ante la justicia y los poderosos respondan por sus actos ante la ciudadanía. Los cargos públicos no se heredan.
La ciudad está pagando ahora las consecuencias de poner todos los huevos en la canasta del turismo. El monocultivo turístico vacía el centro de la ciudad de vecinos y vecinas y del comercio de proximidad. La llegada de la Covid-19 ha puesto en evidencia la fragilidad de este modelo: cae el turismo y cae todo. Una economía resiliente debe ser diversa. El turismo tiene su lugar, pero también tienen que tenerlo la cultura, la tecnología o los cuidados. Reforcemos los sectores que llenan la vida de sentido y nos ayudan a imaginar y construir el futuro.
El planeta se está quedando sin batería mientras agotamos sus recursos, explotamos su patrimonio natural y nos tragamos todo lo que hace posible la vida. Nuestra vida. No tenemos tiempo, la emergencia climática es una realidad que no podemos ignorar si queremos sobrevivir. La continuidad de la vida depende de la continuidad del planeta.
Si tú también quieres que vuelva el sentido común, ¡ayúdanos a difundir la campaña!